La Megaptera novaeangliae cruza el Pacífico para aparearse, parir y alimentarse, pero en puntos distantes como el Chocó colombiano o en la costa chilena se enfrentarían a un gran peligro: el humano.
Por Salvador Carmona Schönffeldt
Durante el verano, quienes fueron a la caleta Chañaral de Aceituno en la Región de Atacama de Chile, tuvieron la suerte de contemplar a la ballena jorobada, de nombre científico Megaptera novaeangliae y también conocida como Yubarta. El avistamiento de este tipo de cetáceos por la costa chilena continental no es común, ya que por lo general en sus movimientos migratorios pasan alejadas del borde costero.
“En Chile, existe un área muy definida de alimentación de ballena jorobada en Magallanes, cerca de Carlos III, Parque Marino Francisco Coloane. Allí las ballenas van a alimentarse en los meses de verano austral. Sin embargo, se han dado a conocer al menos otros dos lugares con avistamientos de ballenas jorobadas en verano, también alimentándose. Estos son Isla de Chiloé y Chañaral de Aceituno, aunque es menos regular que Magallanes”, nos precisa la ingeniera Bárbara Galletti, presidenta del Centro de Conservación Cetácea (CCC).
Pero, ¿de dónde vienen estos simbólicos gigantes del mar? “Las ballenas jorobadas migrarían desde las aguas de Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, consideradas áreas de reproducción, hacia el sur para alimentarse en aguas de la Antártica principalmente”, explica Bárbara.
Lamentablemente ese largo viaje podría verse afectado. Tanto en Colombia como en Chile la intervención humana amenaza a esta especie. Mientras en el golfo de Tribugá en la zona del Chocó colombiano la construcción de un puerto incidiría en la vida de la ballena jorobada y donde ya se levantan voces de protesta (safechoco.com), en Chile los proyectos mineros y la salmonicultura ya afectan a los cetáceos (alertaislariesco.cl).
Andrés Gómez Copello, oceanógrafo y director general de Colombia Underwater Expeditions, lamenta la construcción del puerto: “la importancia de las ballenas es algo que no se puede medir. Una construcción de un puerto en la zona de Tribugá, puede tener unas implicaciones ambientales intangibles. Al realizar cualquier tipo de infraestructura invasiva, afectarán una trayectoria que llevan haciendo las ballenas durante muchísimos cientos de años, y seguramente su reproducción se verá comprometida, por ruidos invasivos de los puertos y toda su explotación”. El oceanógrafo agrega que “por consecuencia, se verían afectados los países de Ecuador, Perú y Chile porque de alguna forma las ballenas podrían tratar de buscar otro trayecto”.
Desde safechoco.com, recuerdan que “el año pasado en Buenaventura, un barco carguero le pasó por encima a una ballena y la mató. Y lo que más me preocupa es el sonido. Solo las lanchas que llevan a ver ballenas las afecta”. A ello, advierte que las ballenas vienen a parir al Chocó y si se hace el puerto, seguramente desviarán su ruta.
Al otro extremo, Bárbara Galletti precisa que “la principal área conocida de ballena jorobada en Chile está en Magallanes, a pocos kilómetros del proyecto minera Isla Riesco y, ciertamente, éste proyecto las afecta. Por una parte, existe un aumento del tráfico marítimo en un área muy estrecha. Esa es una amenaza directa y letal. Una colisión con grandes embarcaciones puede provocar la muerte de los animales”.
La experta cuenta que la alimentación también se ve afectada ya que “la minera genera contaminación del aire que precipita y contamina a su vez el medio acuático afectando el ecosistema”. A ello se suma “el uso de tronaduras que generaría una importante contaminación acústica. Los cetáceos dependen del sonido para comunicarse, ubicar a sus presas… y las tronaduras ciertamente perturbará el ambiente marino y la biodiversidad que lo circunda”.
Esto último lo descarta Pablo Daud, director a cargo de la elaboración de la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) de tronadura de Mina Invierno, quien –tras las primeras tronaduras- señaló que “el proyecto contempla la instalación de un sonómetro en el borde costero, frente al yacimiento, lo que ha confirmado que la presión sonora por las tronaduras, están muy por debajo de los límites permitidos. Ello permite descartar efectos adversos sobre la fauna marina”.
Pero eso no es todo en la costa chilena. La presidenta del Centro de Conservación Cetácea cuenta que “en Chiloé la salmonicultura es una de las mayores amenazas, se han registrado ballenas enmalladas en centros de cultivos que podrían generar la muerte de los animales”, a lo que se suma la contaminación de las aguas por los desechos y uso excesivo de antibióticos.
En tanto, “en Chañaral de Aceituno la mayor amenaza sería el proyecto de minera Dominga, que generaría impactos por aumento de tráfico marítimo y contaminación en el ambiente marino. En los otros dos lugares las amenazas e impactos ya están ocurriendo, en tanto en Chañaral de Aceituno el proyecto minero aún no se desarrolla y esperamos que no suceda porque sería muy perjudicial para los cetáceos de la zona”.
Según la propuesta ambiental del proyecto minero, “los barcos seguirán una ruta que no afectará a las especies protegidas”. Además, precisan que unos dos mil barcos pasan anualmente por la costa chilena y que la minera solo sumaría el traslado de unos 50 barcos al año.
Eso sí, las ballenas podrían sumar otros riesgos: la contaminación acústica que generan las lanchas turísticas con motores fuera de borda o las flotas pesqueras que se esparcen en la costa del Pacífico sudamericano y que reducen la alimentación de los cetáceos.
Desde Colombia, saben que la intervención humana puede dejarnos sin un entorno natural único: “El impacto a las ballenas en su zona de reproducción, la explotación de árboles, de petróleo y la minería afectaría toda la ecología del Chocó, donde el mar y la selva se juntan para dar un paraíso único de biodiversidad. Ahí uno se pregunta: ¿Un proyecto en un país como Colombia, país en desarrollo como nos llaman, está progresando con esta construcción? ¿Es necesario sacrificar tanto, y que otros países también tengan que sacrificar porque Colombia quiere crecer?”, se pregunta el director general de Colombia Underwater Expeditions.
Mientras, en Chile, “hay que recordar que los cetáceos están protegidos por ley y son monumentos naturales, sin embargo, al evaluar los proyectos en el marco del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, al parecer las autoridades hacen caso omiso de esa condición”, concluye Bárbara.
Avistamientos en Sudamérica
Colombia: Diego Miguel Garcés de Nukak Travels cuenta que las ballenas jorobadas llegan en junio y las últimas se quedan hasta fines de octubre. Permanecen en aguas costeras e insulares del Pacífico, junto a la Isla Gorgona, en Bahía Málaga, en Bahía Solano, en la Ensenada de Utría y en el Golfo de Tribugá.
Ecuador: Avistamiento se pueden realizar de junio a septiembre en Salinas, Ayangue, Atacames, Santa Clara y Puerto López.
Perú: Desde mediados de junio llegan al norte del Perú y se pueden ver en Máncora y Órganos en Piura o en Punta Sal de Tumbes.
Chile: Durante el verano chileno se pueden ver en Chañaral de Aceituno (Mediados de enero a febrero), Chiloé y en el Parque Marino Francisco Coloane del Estrecho de Magallanes.
ARTÍCULO PUBLICADO EL SÁBADO 13 DE ABRIL DE 2019 EN SUPLEMENTO SÁBADO DEL DIARIO CHILENO LA CUARTA
Opmerkingen